Durante una excursión por la región, especialmente en el circuito del Cerro Chapelco, le llamarán la atención unas densas barbas vegetales que, colgando de las ramas de los árboles, se mecen al viento con una cadencia de siglos.
Conocidas como barbas de viejo por su especial imagen, no son otra cosa que la unión de un alga y un hongo, que juntos desafían la adversidad del clima patagónico.
Mientras ella se ocupa de generar alimento a partir de la fotosíntesis, él tiene a su cargo retener la humedad del ambiente, favoreciéndose mutuamente y generando otra especie vegetal muy particular.
En efecto, dicha simbiosis forma un líquen (Usnea spp.) reconocido como indicador de aire puro, ya que sólo se desarrolla en lugares que no tengan contaminación, eligiendo especialmente a las lengas como soporte.
Contra lo que pueda suponerse y la creencia popular, surgida de verlos generalmente apoyados en ramas secas, éstos no matan al árbol, sólo lo utilizan para apoyarse. El análisis es obvio, si al sujetarse a él lo secaran, tampoco ellos podrían sobrevivir sin su huésped tan necesario.
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